El país observa, algunos con morbo de complicidad y otros con
indiferencia, cómo se teje la red de uno de los más abominables complots
políticos de los últimos años: tumbar a Gustavo Petro de la Alcaldía
Distrital de Bogotá. Los grandes medios del país no hablan de otra cosa
que su revocatoria y nunca en la historia del país un problema de
recolección de basuras (que pasa a veces en todas las grandes y pequeñas
ciudades) recibe tanto despliegue que se convierte en la punta de lanza
para moverle el piso a un alcalde. Para la mayoría de gobernantes del
país se ha exigido espera y paciencia, aun para Juan Manuel Santos, cuya
locomotora todavía no arranca pese a que lleva la mitad de su gobierno.
Con Petro se ha sido implacable como lo fue la campaña en su contra de
Peñalosa, quien pagó miles de anuncios en emisoras locales de Bogotá
para desprestigiar su nombre durante la contienda preelectoral a la
Alcaldía de Bogotá.
A muchos no les sorprende y más bien veían venir esta andanada de
esfuerzos para tumbarlo, lo que sorprende y causa asco es cómo se han
agavillado distintas fuerzas para que Bogotá vuelva a ser lo que era: es
decir, la Bogotá de Samuel Moreno. Es que Petro, aunque fue elegido por
un número de electores de la ciudad más madura políticamente del país,
es uno de los colombianos con más enemigos, un objetivo al que se apunta
desde varias trincheras, desde la derecha y desde la izquierda. Una de
ellas es desde el uribismo y el paramilitarismo, no olvidemos que fue
Petro quien denunció en el Congreso las repugnantes alianzas entre
políticos, militares y paramilitarismo, lo que desencadenó el más grande
escándalo que ha llevado a casi la mitad del Congreso de Álvaro Uribe a
la cárcel. Por otra parte, Petro fue quien tuvo la valentía de revelar
al país la olla podrida de la contratación en Bogotá que tiene en
prisión a Samuel Moreno y a contratistas como los Nule y a Emilio
Tapias.
Por esto se ha ganado de enemigo tanto a los grandes
contratistas del país como sus excompañeros de Polo Democrático, muchos
de los cuales no entienden cómo un miembro del partido fue quien sacó a
relucir los trapos sucios de Samuel Moreno. Arrebatarles a las mafias de
la contratación el tema de las basuras ha hecho que Petro se convierta
en el enemigo número uno de los grandes contratistas privados de Bogotá,
y a esos “sí les pesa la cola”.
Santos lanzaría bengalas si cae Petro,
fue este quien más denunció los ‘falsos positivos’ que salpican al hoy
presidente, además, Santos se muere por ver a Gina Parody en la
Alcaldía, quien es otra que quiere pasarle a Petro cuenta de cobro por
haberla derrotado en las urnas.
Algunos cachacos no le perdonarían que sea costeño, otros como el
inquisidor que tenemos como procurador que tenga ideas liberales y
progresistas como las libertades a la comunidad LGBTI y quien ya comenzó
la cacería de Petro inhabilitando a su secretario de Gobierno. Los
grandes monopolios del país que también participan de la gran
contratación en Bogotá y son los dueños de los grandes medios ven a
Petro como un enemigo, ha sido un permanente denunciante de la inequidad
y el crecimiento del latifundismo, de las mafias que financian campañas
para luego disfrutar de prebendas para sus empresas.
Caracol, RCN y El
Tiempo nunca estarán del lado de Petro, sus dueños lo odian. Los
concejales de Bogotá, acostumbrados muchos a las lisonjas y lentejas del
poder, tampoco le perdonan a Petro haber querido instaurar un régimen
de independencia de poderes.
Pero por lo que más odian a Petro es lo más
preocupante, no le perdonan haber sido guerrillero. Aunque han
rastreado su hoja de vida, aunque Petro fue el colombiano más espiado
por el DAS convertido en tenebroso aparato secreto de Uribe, solo han
podido encontrar una acusación por porte ilegal de armas en sus tiempos
de alzado en armas. Y eso que cuando Petro hizo parte del M-19, la
guerrilla en el imaginario del pueblo era una propuesta muy distinta al
demencial estilo que se repudia hoy en las Farc.
Lo que preocupa es que
en momentos en que se negocia una salida pacífica al conflicto armado de
más de 50 años en el país, cuando el presidente y los políticos se
esfuerzan en que la guerrilla entienda que pueden concretizar su ideal a
través de las urnas y no con las balas, a Petro no se le haya podido
perdonar su paso por la insurgencia. El pasado, pero mucho más, los
enemigos no perdonan. Si cae Petro, sería el peor mensaje para el
proceso de paz y reconciliación en Colombia. La valentía política de
Gustavo Petro está a prueba una vez más.
TOMADO DE DIARIO DEL NORTE - LA GUAJIRA