Por
Kenneth Rivadeneira
Más de trescientos
migrantes duermen a la intemperie sobre cajas de cartón en los andenes de
locales comerciales.
Cuando
el vuelo AZ4000 de la compañía aérea Alitalia surcaba el cielo de Venezuela, el
Papa
Francisco hacía una oración por la estabilidad y el dialogo en ese
convulsionado país. A kilómetros de distancia y sobre suelo colombiano, Nohemí
Suarez, de 29 años natural de Cabimas, estado Zulia, en compañía de sus tres
hijos recorría las calurosas calles de Maicao con una ponchera llena de
hojaldras como medio de subsistencia para su familia, en una ciudad repleta de
venezolanos quienes huyen de los estragos económicos que ocasiona el régimen
del presidente Nicolás Maduro.
La
tragedia para esta ciudadana venezolana hoy refugiada –junto a otras 300
personas- en la plaza Simón Bolívar de Maicao, comenzó hace dos años cuando la crisis
económica del vecino país, ‘despedazó’ la microempresa familiar de paledonia
que junto a su esposo inició en la sofocante ciudad de Cabimas al sur oriente
del Lago de Maracaibo, en el estado Zulia.
Nohemí Suarez, junto a sus tres hijos
La
noche de los miércoles representa una esperanza para cientos de venezolanos que
se congregan en la plaza de Maicao, a compartir anécdotas, sueños y
frustraciones en un país ajeno al que llegaron obligados por la furia del hambre.
Apenas divisan dos autos que se aproximan a baja velocidad, salen como hormigas
arrieras a formar una fila con la ‘disciplina’ de los grandes campos de
refugiados del mundo.
“En
Venezuela no aguantábamos más el hambre. Yo salgo a vender hojaldras con mis
tres hijos todos los días hasta las seis de la tarde y me gano diez mil o doce
mil pesos, mientras mi esposo se dedica
a la venta de gua en bolsas y con eso nos mantenemos”, señala Nohemí mientras
hace la fila para recibir los alimentos que sagradamente los miércoles un grupo
de cuatro manaureros llevan hasta la plaza de Maicao en un acto humanitario.
Un grupo de manaureros lleva alimentos a los venezolanos.
Nohemí
sale de la fila y luego de un sorbo de avena en hojuelas con leche habla sobre
la difícil situación de su país. “Ese presidente acabó con Venezuela, con
muchos hogares esto es difícil. Nosotros todos los días comíamos yuca y masa de
maíz, eso les dañó el estómago a mis hijos. Aquí en Maicao nos han tratado
bien, por lo menos tenemos la comida”, señala la diminuta mujer que en medio de
las vicisitudes lleva seis meses dándole vida a una niña en su vientre.
Sabe
lo difícil que es criar a un recién nacido en estas circunstancias y por eso
trata de ahorrar el valor del pasaje para seguir hasta Valledupar, donde la
espera un hermano quien hace varios meses salió de Venezuela buscando mejor
vida.
El
de Nohemí es tan solo uno de los miles de casos que registran las estadísticas
sobre la situación venezolana. Según el estudio ‘Características de los
migrantes de Venezuela a Colombia’, del Observatorio Laboral de la Universidad
del Rosario, los migrantes de Venezuela llegados entre el 2011 y el 2016 son
348.312 personas, pero casi la mitad –el 47,11 por ciento, o 164.086 personas–
arribaron en los últimos dos años, 2015 y 2016. El otro 52,89 por ciento
(184.226 personas) habían migrado hace más de dos años y menos de seis (antes
del 2015 y luego del 2011).
Decenas de venezolanos duermen a los alrededores de la plaza Simón Bolívar
Quienes
deambulan por las calles de Maicao no solo cargan el peso emocional por la
partida de la patria que hoy ‘agoniza’, también sacan fuerzas para llevar
morrales, maletines y maletas de todos los colores con espacio suficiente para
guardar sueños y esperanzas.
Avanza
la noche y la entrega de alimentos va llegando a su final mientras la estatua
del Libertador Simón Bolívar se erige en el centro de la plaza como testigo de
esta triste historia, cientos de venezolanos esperan entre las 8 y 9 de la
noche un plato de comida que llevan fundaciones, grupos de ciudadanos y
pastores evangélicos para mitigar la tragedia de los refugiados en la
fronteriza ciudad de Maicao.
A
medida que se recrudece la crisis económica y política de Venezuela miles y
miles de ciudadanos cruzan como sea la frontera, buscando tal vez una especie
de sueño bolivariano en territorio colombiano. Según cálculos de Migración
Colombia, en el territorio nacional permanecen, en la actualidad, un poco más
de 153 mil ciudadanos venezolanos, a quienes se les venció el permiso temporal
de permanencia, así como cerca de 50 mil más, a quienes estaría próximos a
vencérseles. De otro lado, se calcula que más de 150 mil venezolanos han
ingresado al país de manera ilegal por las trochas que circundan en los 2.219
kilómetros de frontera.
Diferentes fundaciones brindan atención humanitaria a los refugiados
La
jornada de los filántropos manaureros ha terminado y Juan ‘Padido’ Jusayú se
despide de un pequeño grupo de ‘chamos’ que con maletas en mano se alistan para
dormir a la intemperie en los pasillos del Cacaíto, sobre improvisados
‘colchones’ elaborados con las cajas de cartón que van quedando a las afueras
de locales comerciales.
‘Padido’,
propietario de un restaurante de comida típica en el municipio de Manaure y
quien lleva más de cinco años adelantando labores humanitarias se despide de
Nohemí Suarez, mientras le recuerda aplicar una crema a su hija menor para
combatir la dermatitis que le ocasionó el excesivo uso de los pañales
desechables cargados de orina.
Acostados
sobre varios cartones Nohemí y sus tres niños pasan la noche esperando soñar
con el día en que la frase de Simón Bolívar se convierta en realidad: “Primero el suelo nativo que nada. Nuestra
vida no es otra cosa que la herencia de nuestro país”.
Esta crónica fue publicada en Diario del Norte, el 14/09/2017
Esta crónica fue publicada en Diario del Norte, el 14/09/2017