Sharethis

jueves, 14 de septiembre de 2017

Una noche con los ‘refugiados’ venezolanos en la plaza Simón Bolívar de Maicao



Por Kenneth Rivadeneira

Más de trescientos migrantes duermen a la intemperie sobre cajas de cartón en los andenes de locales comerciales.

Cuando el vuelo AZ4000 de la compañía aérea Alitalia surcaba el cielo de Venezuela, el Papa Francisco hacía una oración por la estabilidad y el dialogo en ese convulsionado país. A kilómetros de distancia y sobre suelo colombiano, Nohemí Suarez, de 29 años natural de Cabimas, estado Zulia, en compañía de sus tres hijos recorría las calurosas calles de Maicao con una ponchera llena de hojaldras como medio de subsistencia para su familia, en una ciudad repleta de venezolanos quienes huyen de los estragos económicos que ocasiona el régimen del presidente Nicolás Maduro.

La tragedia para esta ciudadana venezolana hoy refugiada –junto a otras 300 personas- en la plaza Simón Bolívar de Maicao, comenzó hace dos años cuando la crisis económica del vecino país, ‘despedazó’ la microempresa familiar de paledonia que junto a su esposo inició en la sofocante ciudad de Cabimas al sur oriente del Lago de Maracaibo, en el estado Zulia.
Nohemí Suarez, junto a sus tres hijos

La noche de los miércoles representa una esperanza para cientos de venezolanos que se congregan en la plaza de Maicao, a compartir anécdotas, sueños y frustraciones en un país ajeno al que llegaron obligados por la furia del hambre. Apenas divisan dos autos que se aproximan a baja velocidad, salen como hormigas arrieras a formar una fila con la ‘disciplina’ de los grandes campos de refugiados del mundo.

“En Venezuela no aguantábamos más el hambre. Yo salgo a vender hojaldras con mis tres hijos todos los días hasta las seis de la tarde y me gano diez mil o doce mil pesos,  mientras mi esposo se dedica a la venta de gua en bolsas y con eso nos mantenemos”, señala Nohemí mientras hace la fila para recibir los alimentos que sagradamente los miércoles un grupo de cuatro manaureros llevan hasta la plaza de Maicao en un acto humanitario.
 Un grupo de manaureros lleva alimentos a los venezolanos.

Nohemí sale de la fila y luego de un sorbo de avena en hojuelas con leche habla sobre la difícil situación de su país. “Ese presidente acabó con Venezuela, con muchos hogares esto es difícil. Nosotros todos los días comíamos yuca y masa de maíz, eso les dañó el estómago a mis hijos. Aquí en Maicao nos han tratado bien, por lo menos tenemos la comida”, señala la diminuta mujer que en medio de las vicisitudes lleva seis meses dándole vida a una niña en su vientre.

Sabe lo difícil que es criar a un recién nacido en estas circunstancias y por eso trata de ahorrar el valor del pasaje para seguir hasta Valledupar, donde la espera un hermano quien hace varios meses salió de Venezuela buscando mejor vida.

El de Nohemí es tan solo uno de los miles de casos que registran las estadísticas sobre la situación venezolana. Según el estudio ‘Características de los migrantes de Venezuela a Colombia’, del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, los migrantes de Venezuela llegados entre el 2011 y el 2016 son 348.312 personas, pero casi la mitad –el 47,11 por ciento, o 164.086 personas– arribaron en los últimos dos años, 2015 y 2016. El otro 52,89 por ciento (184.226 personas) habían migrado hace más de dos años y menos de seis (antes del 2015 y luego del 2011).
Decenas de venezolanos duermen a los alrededores de la plaza Simón Bolívar

Quienes deambulan por las calles de Maicao no solo cargan el peso emocional por la partida de la patria que hoy ‘agoniza’, también sacan fuerzas para llevar morrales, maletines y maletas de todos los colores con espacio suficiente para guardar sueños y esperanzas.

Avanza la noche y la entrega de alimentos va llegando a su final mientras la estatua del Libertador Simón Bolívar se erige en el centro de la plaza como testigo de esta triste historia, cientos de venezolanos esperan entre las 8 y 9 de la noche un plato de comida que llevan fundaciones, grupos de ciudadanos y pastores evangélicos para mitigar la tragedia de los refugiados en la fronteriza ciudad de Maicao.

A medida que se recrudece la crisis económica y política de Venezuela miles y miles de ciudadanos cruzan como sea la frontera, buscando tal vez una especie de sueño bolivariano en territorio colombiano. Según cálculos de Migración Colombia, en el territorio nacional permanecen, en la actualidad, un poco más de 153 mil ciudadanos venezolanos, a quienes se les venció el permiso temporal de permanencia, así como cerca de 50 mil más, a quienes estaría próximos a vencérseles. De otro lado, se calcula que más de 150 mil venezolanos han ingresado al país de manera ilegal por las trochas que circundan en los 2.219 kilómetros de frontera.
Diferentes fundaciones brindan atención humanitaria a los refugiados

La jornada de los filántropos manaureros ha terminado y Juan ‘Padido’ Jusayú se despide de un pequeño grupo de ‘chamos’ que con maletas en mano se alistan para dormir a la intemperie en los pasillos del Cacaíto, sobre improvisados ‘colchones’ elaborados con las cajas de cartón que van quedando a las afueras de locales comerciales.

‘Padido’, propietario de un restaurante de comida típica en el municipio de Manaure y quien lleva más de cinco años adelantando labores humanitarias se despide de Nohemí Suarez, mientras le recuerda aplicar una crema a su hija menor para combatir la dermatitis que le ocasionó el excesivo uso de los pañales desechables cargados de orina.

Acostados sobre varios cartones Nohemí y sus tres niños pasan la noche esperando soñar con el día en que la frase de Simón Bolívar se convierta en realidad: “Primero el suelo nativo que nada. Nuestra vida no es otra cosa que la herencia de nuestro país”.

Esta crónica fue publicada en Diario del Norte, el 14/09/2017